Me fui a tomar un café con mi yo de 15 años

Ambas llegamos puntuales.

Ella pidió un frappé con crema batida y doble chispas de chocolate.

Yo pedí un latte con leche de avena.

Ella, con su mirada triste y confusa.

Yo, con mi mirada serena y compasiva.

La abracé, ella me abrazó de vuelta, aunque un poco desganada.

Le pregunté qué le pasaba. Me dijo que estaba aburrida y fastidiada del bullying y de no saber qué responder; que le costaba encontrarle sentido a la vida; que tenía miedo de decepcionar a papá y mamá; que sentía que no encajaba; que sólo quería escribir y estar sola, pero al mismo tiempo le daba miedo… que sentía que le pasaba (y le pesaba) todo al mismo tiempo.

Le dije que la entendía, que fue duro, sin embargo, todo mejoraría. Todo lo que en ese momento estaba viviendo sólo iba a fortalecerla y a hacerla un lindo ser humano, que disfrutaría enormemente su vida y también de sus momentos de soledad, muchísimo; que, por cierto, viajaría mucho sola, así que no dudara que sus momentos de soledad serían un hermoso refugio.

Sobre papá y mamá, le dije que la cagaríamos una que otra vez, pero que ellos siempre estarían ahí, amándonos tal y como somos y siendo un gran apoyo cuando nos caigamos. “Tenemos a los padres más comprensivos y amorosos, somos afortunadas”, le dije, mientras nuestros ojos se llenaban de lágrimas… Obvio omití la parte de que mamá ya no está, no quería afectarla más de lo que ya estaba…

Me dijo que estaba harta de su cabello chino. Sonreí. Le dije que con el tiempo haría las paces con él, lo amaría y se le vería bellísimo.

“Y con los novios… ¿cómo nos va?”, me preguntó.

“Y bueeeno… tras unas cuantas dificultades…” -le dije- “cada vez nos irá mejor, créeme. No dejes de confiar y toma todo el aprendizaje para seguir haciendo de ti un mejor ser humano.”

Me pidió que le prometiera que todo iba a estar bien.

La abracé. Se lo prometí. Le dije que iba a encontrar recursos, herramientas y personas para sanar, disfrutar, agradecer y amar su vida.

Lloramos. Le pedí perdón por todo el peso que, sin darse cuenta, cargó… por amor.

Ella me pidió perdón por no poder disfrutar más, por creer y sentir que la vida pesaba.

“Te esforzaste mucho por ser la mejor hija, por no dar lata a nadie, por ignorar tus necesidades, creyendo que ese era el camino de tu felicidad. No mi hermosa, afortunadamente nos dimos cuenta que la vida no funciona así. Y hoy podemos vivir, disfrutar, expresar y ser, sin miedo. Bueno... en eso estamos.

Todo se pone mejor, te lo prometo <3”

Entre lágrimas, nos abrazamos, nos sonreímos, nos perdonamos, nos agradecimos.

Estamos en paz 🤍